Proa de América
Sergio Romero Pizarro
Durante décadas, el mundo asistió a la denominada era de la "Protección social", con curiosidad primero, y luego con admiración: ¡Eran posibles el desarrollo económico y la igualdad social, ambos al mismo tiempo! En semejante paraíso, el Estado se transformaba en el eje decisivo de la redistribución "igualitaria" y "compensaba" las desigualdades con profusos y encantadores subsidios, que parecían no tener límite ni fin. Este escenario nos recuerda que "toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral".
Sin embargo, la hora de la realidad ha llegado en forma súbita, e impensada, obligando a los países europeos a medidas de austeridad hasta ahora desconocidas. Quién pudo imaginar que los nudos gordianos de hoy fuesen temas como la prolongación de la edad para jubilar, la flexibilidad laboral o los términos de las "ayudas" para los desempleados.
No ha sido extraño que quienes sostienen predicamentos proteccionistas vayan siendo reemplazados en su legítima alternancia, a manos de sus oponentes, primero en Alemania, Italia y Francia, para luego asistir al triunfo de David Cameron en el Reino Unido y a las recientes elecciones de Suecia.
¿Es que el ciudadano comienza ya a desconfiar del Estado protector, en donde el eje de la vida pasa por el Leviatán que convierte a los individuos en seres que esperan del Estado, inclusive, la conformación de sus destinos?
Es la hora de volver la mirada a la persona humana y a su libertad.
Así como Benedicto XVI ha sorprendido con su visita a la Inglaterra anglicana, al hablar ante el Parlamento inglés nos decía: "Si los principios éticos que contiene el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil".
En la etapa que vive Chile, debemos tener presente que el único camino para fundar el proyecto nacional que permita superar el subdesarrollo es el ser consecuente con los principios y valores que han hecho grande a nuestro país. Y por tanto, no caer en el falso dilema que, en la deformada expresión de una tolerancia sesgada, apunta a debilitar estos cimientos. Los diversos sectores políticos comprometidos con esta noble tarea deben ser proactivos y valientes. Nuestro país no está ajeno a esta disyuntiva, pero está emergiendo con una vigorosa respuesta.
Sin embargo, para tener éxito hay que sumar a las libertades políticas y económicas, necesariamente, el sólido consenso de la transición chilena, que incluye a todos y que convierte a nuestro país en un ejemplo acerca de cómo es posible impulsar el desarrollo en un contexto de estabilidad, paz social e igualdad de oportunidades, haciendo de Chile, una vez más, la proa de América.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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