Socios por 40 días
Mar. 21 , 2010
Publicado en Reportajes de La Tercera, domingo 21 de febrero de 2010
Si Hernán Büchi llegó a convertirse a fines de los años 90 en la mayor autoridad de la derecha en materia de políticas públicas no fue por un golpe de efecto. Fue un proceso largo y muy gradual.
Precisamente porque el gobierno militar lo reclutó desde muy temprano -en el verano del 75, cuando tenía 26 años y recién había regresado de un posgrado en Columbia-, Büchi estuvo en todas. Participó en el diseño de la ley de rentas municipales y en la municipalización de la educación. Colaboró tanto en el plan laboral como en la reforma previsional. Se metió en el régimen tarifario del sector eléctrico, en el diseño de los mecanismos compensatorios para el caso de expropiaciones mineras, en la reorganización de las empresas públicas deficitarias y en la reforma de la salud que contempló la creación de las isapres. Tuvo también participación en el programa de saneamiento de la banca tras la crisis de los años 82-84, en la reforma tributaria del 84, en la concepción del capitalismo popular y en las privatizaciones de los años 80. Su nombre, asimismo, está asociado a iniciativas como el Código de Aguas y a la transformación del sector forestal y la pesca, del sector energético y las telecomunicaciones. Esta experiencia en múltiples frentes, en lo grande y también en lo chico, le dio un acabado conocimiento del Estado -su orgánica, sus ramales, sus rincones ocultos- que acabó superando al que en otras épocas la derecha le había reconocido a figuras como Jorge Alessandri o Gustavo Ross.
Aunque ese expertise sigue siendo hasta hoy quizás la gran reserva de conocimiento tecnocrático dentro del sector, Büchi no fue solamente un tecnócrata excepcional, como a su modo lo habían sido Jorge Cauas y Sergio de Castro. También fue un político que como ministro de Hacienda debió hacerse cargo del modelo en un momento delicado y que supo navegar con éxito en aguas que sólo la mala memoria o el exceso de simplificación podría recordar como pacíficas.
De hecho, su gestión fue resistida tanto dentro como fuera del gobierno militar y está claro que sin flexibilidad política, sin una dosis de pragmatismo y prudencia, jamás hubiera podido hacer lo que hizo.
Büchi reconocería más tarde que si fue candidato en 1989 fue sólo porque los cuadros de la antigua derecha estaban muy desarticulados y porque Pinochet se había negado a patrocinar un movimiento político de apoyo al régimen. Una cosa y otra, dice él, generaron en el sector un vacío político que lo colocó a él -sin quererlo ni buscarlo- en la arena de la elección de ese año.
Fue precisamente en los inicios de ese trance cuando la trayectroria de Büchi se cruzó con la de Sebastián Piñera. El Presidente ha reconocido que si bien él miraba con abierta simpatía la labor que el ministro había cumplido en Hacienda, quedó muy sorprendido cuando lo invitó a ser el generalísimo de su campaña. La idea había surgido de amigos comunes de ambos -Cristián Larroulet, entre otros- y entrañaba juntar dos hebras de diferente textura. Piñera había votado No y Büchi iba a reagrupar en la elección a las derrotadas fuerzas del Sí. Desde luego, no hubo acuerdo inmediato, pero la insistencia de los amigos y la racionalidad desapasionada del ministro quebraron finalmente el hielo inicial y Piñera ha contado que puso varias condiciones para aceptar el cargo. Algunas de ellas alcanzaron a cumplirse en los 40 días que duró la aventura: visita al cardenal Fresno en tributo a la reconciliación, viaje a Lima para reunirse con Mario Vargas Llosa (inminente ganador de la elección presidencial peruana), como testimonio de una nueva derecha, y encuentro con la Comisión de Reforma de la Constitución para representarle objeciones al texto vigente de la Carta Fundamental. Pero estaban por cumplirse las condiciones restantes cuando, presa de lo que se llamó "la contradicción vital", Hernán Büchi decidió retirarse de la contienda. Después volvería a ser candidato, pero ya con otro equipo, con gente más vinculada al gobierno militar, y Piñera dice que en ese contexto él ya no tenía cabida.
Aunque Büchi nunca más volvería a la política, en 1990 estuvo entre los fundadores de Libertad y Desarrollo, potente centro tecnocrático inspirador de cuadros del actual gobierno. Trabajando en una instancia así el ex ministro no sólo es más leal a su carácter reservado. También se siente más útil al sector, porque lo suyo básicamente son las ide
Saludos,
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