Escuchando lo que dicen los analistas, se puede creer que a Matías del Río la misma gente que lo quiere, también lo odia.
Hace cinco años lee noticias. Se mantiene como miembro estable en el programa político más influyente de la pantalla y además tiene un espacio al mediodía en Radio ADN, la emisora de noticias del grupo Prisa.
"En un principio le faltaba aplomo y comunicaba una cierta candidez, pero hoy ha definido un estilo propio, se conecta bien con el sentido común de las personas de a pie. Tiene postura y opinión, que es el mínimo que exigen hoy los televidentes a los conductores", opina Luis Argandoña, gerente de Conecta Media, consultora de medios.
Los canales consumen cada vez más datos para tomar decisiones sobre cómo mover a sus figuras y ya existen empresas en el rubro. Este es el caso de Subjetiva —a cargo de Sergio España— que realiza estudios de tendencias y medios para Chilevisión, y antes hizo asesorías para TVN cuando Jorge Cabezas era director de Prensa. Los resultados eso sí, se manejan con reserva.
"Los canales encargan estudios cada dos años, aproximadamente. Esto se ha ido profesionalizando cada vez más, el que menos ha invertido hasta ahora es Mega", comenta Luis Breull, analista de televisión y académico de la Universidad Alberto Hurtado.
Los datos son alentadores para Matías del Río. Si en 2007 era último en todas las preguntas sobre recordación y atributos, según el estudio Collect-GFK para El Mercurio, en la versión de la muestra —publicada el año pasado—, el conductor de "Última Mirada" es el único que ha subido en su evaluación. Mauricio Bustamante, Alejandro Guillier y su compañero Fernando Paulsen, han bajado.
¿Cómo consiguió esos números? Con trabajo, y "honestidad intelectual, la gente ve que soy normal, no vengo de una universidad espectacular. Sienten que hago la pregunta que ellos harían en su casa", afirma.
El castigado de las redes
Matías del Río estudió en el Colegio Sagrados Corazones de Manquehue, y luego periodismo en la Universidad Finis Terrae. A la televisión llegó después de cinco años en la revista Capital. Ahí estuvo como sub editor, pero "no dio el ancho" contó, y se quedó como reportero. Tiene cuatro hijos y vive en una casa cerca del Club de Polo en Vitacura.
Ese parece ser su personaje. El que mira siempre la parte llena del vaso. Visto así todas las personas son buenas. Un ejemplo es lo que declaró en 2007 a revista Paula. De Piñera: "Me imagino que él quiere el bien para este país y se saca la cresta. Le creo, como le creo a Longueira, Viera-Gallo, Lavín, Escalona, Insulza, Ominami. Los conozco, tienen una dimensión humana muy fuerte. Mi problema es que me enamoro del ser humano que entrevisto. Parece una frase de tarjeta Village, pero les compro todo, no el cartel ni la postura, pero les creo, lo vivo".
En Youtube hay dos registros que pueden graficar su estilo. El primero, en marzo de 2009, dura casi nueve minutos, con Francisco Vidal. En la oportunidad el ex vocero le dijo: "Te felicito por tu camiseta puesta con CHV", en medio de las acusaciones contra la estación por ser el entonces canal de Piñera. El otro es del año pasado. Aquí Del Río acorraló a Joaquín Lavín con un recordado: "¿Ganó plata o no con la Universidad del Desarrollo?"."
Hace dos semanas Twitter se enojó con Matías, la red donde tiene casi 400 mil seguidores, entre los que está la gente que lo hace subir en los estudios de opinión. Además, es buena parte del público que ve Tolerancia Cero, de hecho el programa tiene un concurso en el que un "quinto panelista" hace una pregunta por Twitter.
La conmoción se generó porque en su programa en radio ADN, Del Río admitió que le parecía una buena decisión del gobierno no ceder en su postura para que el sueldo mínimo quedara en 193 mil pesos. Si las cosas fueran en blanco y negro, Matías opinó como la UDI. Pero no es así.
Primero, del Río no milita. Además, votó por el NO y se tomó la Universidad Austral en Valdivia cuando estudiaba Antropología en 1988.
Segundo, "lo que quise decir es que me parece bien que el Presidente se la juegue por una convicción más allá de lo que le sugieran sus asesores, no que estaba a favor de los 193 mil pesos. Pero la gente escucha lo que quiere oír. La falta de comprensión de lectura no es mi problema", precisa Del Río.
El reemplazante
Del Río llegó a Chilevisión reclutado por Jaime De Aguirre en reemplazo de Iván Núñez para conducir el extinto programa El Termómetro.
En verdad fue el propio periodista quien se le acercó en la Enade de 2005 para preguntarle qué le parecía su trabajo en Ciudad X, de un canal de cable. De Aguirre le dijo "sigue entrenando que ya vamos a hacer algo" y meses después en 2006, lo llamó para conducir El Termómetro. Ese año quería tomarse un año sabático para "leer los clásicos". No sabemos si ha terminado "Ulises", pero su perfil en pantalla ha funcionado muy bien desde ahí.
En 2007 aterrizó en Tolerancia Cero ocupando el asiento que dejó el cientista político Patricio Navia, por entonces influyente columnista. Pero mientras Paulsen es un veterano del periodismo en dictadura, Cristián Bofill el director de La Tercera y Villegas ha escrito un par de libros salpicados de acidez, a Del Río no lo afirman los pergaminos tradicionales.
Disléxico, y paciente con Ritalín desde pequeño, se quedaba después de clases a reforzamiento con la sicopedagoga del colegio, del que salió con un 5.1 de promedio. Así se autodescribió para revista Paula: "Era un animal, fui un vago hasta los 18. Me interesaba el fútbol y nada más".
Luego entró a la Universidad Finis Terrae donde no era una promesa. Ahora es el ex alumno más conocido de la facultad. Quienes lo conocen explican las razones de ese salto. "El gran sostén de Matías fue su familia, que le ayudó a tener confianza. Tiene mucha inteligencia emocional, eso explica el carrerón que se pegó", explica un ex compañero de trabajo.
"En Tolerancia Cero, mientras sus compañeros son de la Ilustración, él se ve más posmoderno. Tiene un perfil desideologizado que funciona", destaca Breull.
"En el estrato medio alto pega mejor que en lo masivo, pero es un rostro asociado a no tener miedo. La gente sabe que siempre va a preguntar algo incisivo y su soltura en el noticiero de la noche lo favorece", agrega.
En la edición del 8 de julio le preguntó a Marco Kremerman de la Fundación Sol "¿Qué pasaría si el sueldo mínimo fuese de un millón de pesos?". Para él es una de las mejores preguntas que hizo en ese programa. "Porque hice un punto, hay personas que dicen que el salario mínimo no afecta el empleo y la respuesta demuestra que en ese caso, sí afecta. Pero era una pregunta muy sofisticada para Twitter", remata Del Río.
Todos son buenos
Ese parece ser su personaje. El que mira siempre la parte llena del vaso. Visto así todas las personas son buenas. Un ejemplo es lo que declaró en 2007 a revista Paula. De Piñera: "Me imagino que él quiere el bien para este país y se saca la cresta. Le creo, como le creo a Longueira, Viera-Gallo, Lavín, Escalona, Insulza, Ominami. Los conozco, tienen una dimensión humana muy fuerte. Mi problema es que me enamoro del ser humano que entrevisto. Parece una frase de tarjeta Village, pero les compro todo, no el cartel ni la postura, pero les creo, lo vivo".
Esa es su pega, opinar de todo.
"Soy como un centro delantero, no me pagan sólo por cabecear, sino por echarla dentro. Opino lo que pienso y no me voy a acomodar a ideas o discursos cool para tener pega. Si me preguntas si estoy a favor del matrimonio igualitario, lo estoy. Pero al progresismo de Twitter lo que le gustaría es repartir condones. El día que la gente no me quiera, me voy a ir. Pero me irrita la gente que llega con ideas pre hechas".
A Del Río le acomoda la comparación futbolística. Habría que agregar que es un jugador de los que participan en actividades de filantropía. Pertenece al directorio del Colegio San José de Lampa, cuyo sostenedor es la Fundación Marcelo Astoreca y donde la directora es su hermana María Teresa. "El colegio es gratis y más encima pongo plata", explica. Por si alguien pudiera pensar que hay fines de lucro.
El problema con Matías del Río lo resume un periodista que trabaja con él: "Realmente es feliz, tiene una familia fantástica y gana plata. Por eso la gente ácida no le cree", dice.
Antes, al conductor de Tolerancia Cero le importaba lo que se comentaba de él en Twitter, "ahora, cada vez menos. Si tuvieras mi clave verías que me tratan de piñerista o comunista. Pero yo no voy a encasillarme".