No es tarea fácil escribir sobre un tema tan sensible y controvertido como el aborto. Este último tiempo ha habido tantos comentarios al respecto, que posiblemente el tema ya haya copado la cuota de tolerancia de algunos, pero creo que es fundamental que esta vez en que ha sido tan profusamente llevado a titulares de diarios y programas noticiosos, se exponga todo lo que una persona necesita saber para formarse una opinión fundamentada al respecto.
Como hay una fuerte tendencia de muchos grupos organizados a culpar a la iglesia, la religión y a otros sectores tradicionales por su oposición a la despenalización del aborto como figura legal, quisiera en este comentario dejar fuera toda concepción espiritual o valórica del tema y referirme a él sólo desde el punto de vista bioético.
Por formación profesional inicial tengo una visión científica y biológica fuerte. El haber realizado más tarde estudios de postítulo en relación a ciencias humanas y familia, me hacen sentir autorizada para emitir una opinión fundamentada, otorgándome la posibilidad de entrelazar en ella ambas disciplinas.
El pragmatismo de la época moderna ha alcanzado todas las dimensiones de la sociedad, aún la de la existencia humana. Es así como hay corrientes de pensamiento que reconocen vida a la persona humana sólo cuando abandona el vientre materno y puede empezar a respirar por sí sola al menos por un minuto. Esto sucede también tomando al pié de la letra nuestro propio Código Civil. Sin embargo en el Artículo 19 de nuestra Constitución, se lee que el Estado se preocupará de las personas aún desde antes de nacer. Es decir reconoce la vida del no nacido ya dentro del útero materno.
Lo anterior nos puede llevar a pensar en que momento exacto se origina la vida humana.
Biológicamente la vida comienza en el momento de la fusión de los gametos. Será el espermatozoide el que estimule al óvulo haciéndolo madurar, para luego fusionarse a él dando origen al huevo o cigoto, que se dividirá primero en dos y luego seguirá un proceso de fragmentación celular que lo hace parecido a una mora, y que por ello se le llama estado de mórula. En ese estado llegará al útero en aproximadamente tres días y al sexto o séptimo se implantará en el tejido uterino. Para la ciencia, es el momento de la implantación en el que hay una actividad propia del huevo por fijarse a la pared del útero, haciéndose viable, lo que marcaría el comienzo de la vida. El huevo fecundado o cigoto es totipotente, es decir tiene todas las potencialidades para desarrollarse embriológicamente y convertirse en un ser humano perfecto en un período cercano a los 266 días de gestación.
Considerar como en otras corrientes, el inicio de la vida a partir del momento en que el embrión pasa a convertirse en feto, con forma humana definida y acercándose a la viabilidad fuera del útero materno, es ignorar una parte de la vida que no puede obviarse. Para que una vida se concrete es necesario todo el proceso previo, por lo tanto considerar persona a un niño sólo desde el momento en que nace y respira, es por demás errado. El feto ha estado respirando siempre, tomando oxígeno a través de la sangre materna que le llega por el cordón umbilical, de la misma forma como un buceador activo lo hace desde los tubos de su equipo.
El período que media entre la concepción y el nacimiento, es sólo un proceso de crecimiento en etapas sucesivas que abarca desde la diferenciación celular hasta la formación secuenciada de órganos y sistemas que permitirán al nuevo ser, vivir sólo una vez fuera del cuerpo materno. Las madres gestantes saben que hay suficiente evidencia de vida en un ser que se mueve en su interior, y responde a estímulos tanto externos como un ruido fuerte o las caricias maternas, o internos, como son la respuesta a sustancias ingeridas por la madre, ácidas que le hacen contraerse o dulces que le provocan mayor actividad.
Cuando a raíz de un embarazo peligra la vida de la madre, lo que médicamente se hace es en realidad una terapia para tratar de salvar su vida e idealmente la de ambos. Por ello el concepto de Aborto Terapéutico está mal empleado. Cuando por efecto de la estrategia médica empleada con la madre con el objeto de salvar su vida, sobreviene la muerte del feto, el aborto ha sido una consecuencia, pero no parte de la terapia. Esto es conocido como aborto indirecto. Para que los médicos tratantes efectúen estos tratamientos que pueden llegar a terminar con la vida del feto, no necesitan de una ley especial. Los médicos actúan éticamente y tratan de salvar ambas vidas. Aborto y terapia son términos abiertamente antagónicos.
Antes de producir una expulsión forzada del feto, en los raros casos en que éste sea el causante del riesgo de vida materno, deben agotarse todos los medios médicos para tratar de salvar la vida de la madre sin recurrir a inducir el parto de una criatura que se sabe no será viable.
Con los actuales adelantos de la medicina y la ciencia, estos casos son cada vez menos frecuentes. En caso de embarazos ectópicos es decir producidos fuera del útero, por ejemplo en las trompas, al hincharse o reventarse la trompa por efecto del crecimiento embrionario, sobreviene tempranamente la muerte del embrión. En centros médicos modernos y con la tecnología adecuada, se ha logrado que antes de reventarse la trompa, se induzca a ésta a expulsar al embrión hacia la cavidad abdominal, dándose un embarazo delicado pero que puede llegar a buen término.
Con respecto al riesgo de embarazo producido frente a un caso de violación, si una mujer asiste a un centro asistencial en forma inmediata después de haber sido atentada, la atención médica comprenderá el uso de un fármaco anticonceptivo de emergencia que generalmente consiste en suministrar una dosis alta de anticonceptivos hormonales digeribles y cuya función es modificar el endometrio o tejido que reviste el útero, para así impedir la implantación del huevo si hubiese habido fecundación. Este fármaco puede ingerirse hasta 72 horas después de producido el contacto sexual.
Si la pastilla se ingiere habiéndose ya producido la implantación del huevo iniciando un embarazo, la modificación del endometrio ya no afecta a la fijación del embrión en el tejido uterino que sigue su desarrollo normal.
La pastilla administrada para este efecto, conocida como "píldora del día después", dado su alto contenido hormonal y las consecuencias de éste en el organismo femenino, no debe ser utilizada como un anticonceptivo de uso habitual. En los Estados Unidos, sólo se vende bajo prescripción médica y su uso es poco frecuente.
Pueden ustedes inferir el riesgo orgánico que corren las adolescentes que estando en pleno desarrollo corporal, consuman con alguna periodicidad estos fármacos con un grado tan alto de concentrado hormonal.
El nivel hormonal femenino se ve muy comprometido durante la gestación y la lactancia. Siendo las hormonas catalizadores que regulan todas las actividades orgánicas e intelectuales, la interrupción de un embarazo con la súbita baja del nivel hormonal en el organismo, puede originar en la mujer severas consecuencias tanto orgánicas como sicológicas, si no es estabilizada debidamente. Además de la carencia de asepsia del medio en que suelen producirse los abortos, ésta es otra gran causante de la pérdida de salud en mujeres expuestas a estas prácticas, afectadas sicológicamente de por vida.
En los casos en que se aplica aborto "eutanásico", es decir se interrumpe el embarazo para impedir el nacimiento de un niño afectado por algún síndrome conducente a problemas de desarrollo corporal o intelectual, se está faltando absolutamente a la ética, pues se está seleccionando a la persona humana de acuerdo a la calidad de sus características. Si lo extrapolamos a la vida normal, sería como eliminar a un niño o adulto porque a raíz de un accidente han perdido parte de sus capacidades o a un anciano por dejar de ser autovalente.
Actualmente existe una gran variedad de métodos anticonceptivos inocuos y efectivos. De entre ellos, quizás el de más fácil acceso y con mayor frecuencia de uso es el preservativo, que además tiene la doble función de proteger a ambos miembros de la pareja de las enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo existen investigaciones que indican que son los hombres los más reacios a usar este método, por considerarlo molesto, dejando la responsabilidad de la anticoncepción en la relación sexual exclusivamente a la mujer.
Es importante considerar que el compromiso maduro y responsable de una pareja que quiera tener relaciones sexuales, es una variable fundamental en orden a disminuir la cantidad de embarazos no deseados y por consecuencia los abortos.
El Estado a través de la salud pública debe considerar políticas éticas y eficientes de control de la natalidad para la pareja, además de apoyo y acogida a las futuras madres. Debe también desarrollar una buena ley de adopción que permita a padres que no han podido tener hijos biológicos, acceder a procesos de adopción ágiles y efectivos que favorezcan una rápida inserción familiar de los niños entregados por aquellas madres que no puedan hacer frente a su maternidad, para que su desarrollo evolutivo sea lo más cercano posible a la normalidad.
En los países en que se ha aprobado la despenalización del aborto, siguiendo las directrices de la Organización Mundial de la Salud, basta como causal para su ejercicio que el embarazo afecte la salud física o mental de la madre.
Las causales físicas, como las que hemos mencionado antes, son casi siempre evidentes y comprobables, llevando a los médicos especialistas a decidir éticamente. Lamentablemente las causales sicológicas pueden ser tan numerosas como subjetivas. Dentro del concepto de trastornos de la salud mental cabe desde el temor a ser madre, hasta la angustia, inseguridad, inmadurez, estados depresivos o simplemente la soledad o el rechazo a la maternidad porque restringe la libertad de la mujer. Es por eso que existe un enorme riesgo al despenalizar el aborto, porque se abre una compuerta difícil de volver a cerrar.
Para los casos de real necesidad, no es necesaria una ley, sólo la ética médica y la asistencia del estado en materia de salud reproductiva.
Es válido hacer notar que estadísticamente, el número de abortos ha aumentado en aquellos países con plena vigencia de la ley de despenalización. Se ha desarrollado además una verdadera actividad económica en torno a su práctica. Se provee asistencia médica para enfrentar físicamente el aborto, pero nadie hace un seguimiento del deterioro moral y psíquico de las mujeres que se someten a él, con las consiguientes consecuencias sociales que este hecho implica.
Debemos considerar que estamos viviendo una sociedad en que hay cada vez menos respeto por la vida. El uso de armas de fuego con consecuencia de muerte de seres inocentes es cada vez más frecuente. ¿Quien decide en que momento la vida es valiosa y merecedora de respeto y en que momentos se puede acabar impunemente con ella? Probablemente en forma fehaciente, nadie; sin embargo atentar legalmente contra la vida de los no nacidos, puede conducir a individuos sin criterio formado a relativizar el valor que esta tiene.
El aborto es una forma palpable de violencia absoluta, un abuso salvaje de poder y fuerza frente a un ser inocente, que lo único propio que tiene es su arraigo en las entrañas de su madre. Su aceptación masiva reduce el valor de la vida a la nada.
No nos extrañe entonces la violencia juvenil, el matonaje, o las guerras y atentados irracionales que tanto daño causan a la sociedad actual.
El derecho a la vida es un derecho natural que otorga la misma existencia. Defenderlo no es una cuestión de ética o de moral, sino una cuestión de razón. La mujer si bien es cierto es dueña de su cuerpo, puede ejercer la propiedad de éste antes de que se produzca un embarazo. Cuando éste se ha producido, sigue siendo dueña de sí misma, pero no de la nueva vida en gestación. Solamente es depositaria de ella, pero en esencia no le pertenece.
Parafraseando a Víktor Frankl, pareciera que el hombre ya no está en busca de sentido, sino en camino a perderlo.
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