Felipe Morandé
Martes 17 de Noviembre de 2009
¿Un 2010 exuberante en Chile?
Cuando en septiembre pasado el Banco Central dio a conocer su Informe de Política Monetaria, proyectó un crecimiento para la economía chilena en un rango entre 4,5 y 5,5% en 2010. Muchos tildaron esa proyección como demasiado optimista, sobre todo porque consideraba una expansión de la economía mundial en torno a 3,3% (a precios de paridad de poder compra) el próximo año, superior al 2,8% que contemplaba la entonces proyección del FMI y a cifras similares que barajaban bancos de inversión privados.
Tal como han evolucionado las cosas desde entonces en Chile y en el mundo, hoy las perspectivas apuntan a una performance de la economía de nuestro país que podría ubicarse perfectamente en la cota superior del rango proyectado por el Banco Central, es decir, 5,5%. Y tal vez más. Nada exuberante, pero sí un primer peldaño positivo hacia tiempos mejores.
¿Cuáles son las razones? En primer término, porque se ha ido configurando a nivel global un escenario post-crisis que podría sorprender por lo positivo, no tanto en comparación con recesiones anteriores pues esta vez la salida será de todas formas más lenta que en el pasado, sino que en relación a las sombrías expectativas que se tenían hasta no mucho tiempo atrás. En efecto, no sería extraño que el crecimiento mundial en 2010 supere el 4%, con base en un crecimiento particularmente fuerte de las economías emergentes (8% en Asia, 4,5% en América Latina) y a pesar de una expansión de las economías desarrolladas que no superará el 2,5%.
Esta forma de desacople entre las emergentes y las desarrolladas radica en el dinamismo de China e India, el que ya ha tenido efectos notorios en los precios de los commodities para suerte de América Latina, Chile incluido.
Un segundo factor es la impresión cada vez más generalizada entre los inversionistas globales de que, en esta crisis, los países emergentes, tanto los más relevantes de América Latina como varios de otras latitudes que sufrieron hace una década con la crisis asiática, han hecho bien las tareas en materia de política económica y han podido sortear la recesión global razonablemente bien.
La acumulación de reservas cuando los precios de los commodities estuvieron anormalmente altos (hasta mediados de 2008) ha evitado a estos países la necesidad de recurrir a financiamiento externo justo cuando no lo hay (hubo) en el mundo y les ha permitido seguir una política fiscal expansiva para paliar la recesión. A esto se suma la consolidación de tasas de inflación bajas apoyadas por bancos centrales independientes. Con ello, las economías emergentes parecen hoy sujetos de crédito e inversiones mucho más sólidos que en el pasado, con un potencial de crecimiento interesante. Que las bolsas de países como Brasil, Chile, Singapur, Indonesia y Corea hayan subido como lo han hecho durante el año ya es un reflejo de lo anterior.
Nuestro país puede beneficiarse entonces de un flujo sustancial de capitales en 2010, atraído por la condición general descrita anteriormente, más el aval que significa el elevado precio del cobre, actual y previsible en el mediano plazo. Es cierto que un recipiente natural de recursos externos es la minería del cobre, pero el comercio, el sector financiero, los mercados inmobiliarios particularmente la construcción comercial y de infraestructura y los servicios en general también debieran ser beneficiados. A éstos se suma el sector energético, que corre por un carril propio. Aparte de la abundancia de liquidez que traerían los mayores fondos externos, y tal vez como consecuencia de ello, el peso consolidaría la fortaleza que ha estado mostrando en semanas recientes para desgracia de los sectores exportadores, pero apoyaría la aceleración de la demanda interna, especialmente de la inversión. La recuperación de la actividad económica sería un detonante de mayor crédito y fondos disponibles desde la banca local, la que ya ha comenzado un proceso de creciente disposición a prestar.
Tercero, los prospectos de inversión que muestra el último catastro de la Corporación de Bienes de Capital apuntan a un crecimiento en la inversión en construcción para 2010 del orden de 20%, de los que poco más de 36% corresponde a minería y cerca de 37% a energía. Pero también en los nuevos proyectos ingresados destaca un total de US$ 643 millones de inversión en proyectos industriales. Según estimaciones recientes de la Cámara Chilena de la Construcción, la inversión en construcción el próximo año podría crecer entre 6,2 y 9,2%, como consecuencia de un importante aporte de la inversión en infraestructura privada, de un interesante repunte en las concesiones y de un incremento sustancial de la construcción de viviendas con subsidio. La inversión en maquinarias y equipos debiera expandirse a tasas de dos dígitos luego de la significativa caída observada en 2009.
Aún hay riesgos
Finalmente, el estímulo monetario implementado por el Banco Central durante la primera mitad de este año debiera sentirse con más fuerza en el curso del próximo, según los rezagos habituales de los efectos de esta política. Este estímulo continuaría en 2010, según lo anunciado por las propias autoridades del ente emisor.
Esta mirada optimista de lo que pudiera ocurrir en 2010 no está exenta de riesgos. Más allá de la posible aunque cada vez más improbable recaída que pudiera experimentar la economía mundial, el aumento en la carga tributaria y la menor expansión relativa del gasto fiscal previstos para el próximo año podrían ser un elemento de retracción de la demanda interna. A su vez, si la creación de empleo, en especial en el mercado formal, no se reanima, el consumo podría verse afectado. Por eso, es muy importante que, para mantener el momentum de la recuperación, se revisen particularmente los incrementos de impuestos ya establecidos (timbres y estampillas, PPM) y se amplíen los programas de empleo con apoyo estatal.
Decano facultad de Economía Universidad de Chile.