JAVIER DE HAEDO
En una entrevista publicada por la revista brasileña Veja el domingo 7, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, dio pautas muy claras en materia de política internacional. Con relación al Mercosur, dijo que "en su primera etapa, privilegió la integración interna entre sus socios. En mi opinión, el bloque descuidó la integración con el resto del mundo". Cuando le preguntaron acerca de si su país estaría interesado en asociarse al Mercosur como miembro pleno, Piñera dijo que Chile defiende un regionalismo abierto y no limitado al comercio entre los miembros de un bloque: "el deseo de integrarnos a la región no debe impedir que criemos lazos con el resto del mundo. Por eso Chile tiene hoy tratados de libre comercio con 58 naciones". Chile es miembro "asociado" al Mercosur, al igual que Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, mientras que Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela son socios "plenos". Los cuatro primeros, desde su fundación a comienzos de los noventa, mientras que Venezuela ingresó hace pocos años, con fórceps, y más por razones políticas que por motivos comerciales.
Según la versión on line del diario El Mercurio de Chile, y con relación a Cuba, Piñera dijo que pese a que Chile basa su política internacional en el respeto al derecho internacional, a la no intervención en asuntos de otros países y al respeto a la autodeterminación de los pueblos, la defensa de la democracia y de los derechos humanos están por encima de las fronteras. Dijo que la posición de su gobierno sobre Cuba se explica porque "hay dos valores que deben ser defendidos más allá de todas las fronteras que son la democracia y los derechos humanos. En Cuba no hay democracia ni respeto a los derechos humanos. Nuestra posición es la de defender esos dos principios en todos los rincones del mundo".
El presidente trasandino tiene las cosas claras, evidentemente, y no duda en llamar a las cosas por su nombre. Dejando de lado lo referido a Cuba, que comparto por completo, me voy a centrar hoy en lo que Piñera expresa en materia de política comercial en general y con relación al Mercosur en particular.
Claro está que la perspectiva de Chile con relación al Mercosur es geográfica y políticamente diferente a la de Uruguay. Geográfica, es obvio, ellos tienen la cordillera y nosotros apenas un río que nos separa de Argentina. Política, porque en los setenta se firmaron el CAUCE y el PEC, convenios comerciales bilaterales de Uruguay con Argentina y Brasil respectivamente.
La existencia de esos acuerdos condicionó desde un comienzo a Uruguay con relación al Mercosur, porque de no entrar, nuestro país habría perdido las preferencias comerciales con que contaba en ambos vecinos, que nos hubieran remplazado recíprocamente con relación al otro. Acuerdos que en definitiva implicaban formas de sustitución de importaciones a escala bilateral y que a la hora de devenir en el Mercosur, pasaron a significar sustitución de importaciones a escala regional. Es decir intercambio de preferencias, de privilegios, con subsidios cruzados desde los consumidores de un país hacia los productores de los otros.
Desde mi punto de vista Uruguay no tenía otra posibilidad que aceptar entrar al Mercosur e intentar luchar desde dentro suyo para que el acuerdo fuera lo menos malo posible. Así lo fue en un principio cuando nuestro país lideró al bloque y escribió su agenda. Fueron tiempos de desgravaciones arancelarias externas e internas al bloque y de reducciones en las listas de excepciones. Es decir, creciente apertura hacia fuera de la región y también creciente apertura hacia dentro de la región.
Esa etapa terminó en la segunda mitad de los noventa cuando empezaron a asomar dificultades en los miembros del bloque y se empezó a tocar unilateralmente la política comercial burlando las reglas generales del bloque. La respuesta habitual de nuestro país ante esas situaciones fue pagar con la misma moneda, es decir procurar equilibrar las decisiones de los socios con medidas de tipo similar. Una respuesta más adecuada hubiera sido solicitar ir más lejos en la apertura en vez de acompañar en el cierre, porque para una economía más pequeña siempre es preferible el libre comercio antes que cerrarse.
Desde entonces, y ya van casi 15 años, el Mercosur se ha estancado como proyecto de integración económica y comercial y, con la incorporación de Venezuela a las apuradas y sin las necesarias convergencias, ha devenido más en un bloque político.
En lo comercial la estructura del arancel externo común posibilita la existencia de extraordinarias tasas de protección efectiva, es decir la protección al valor agregado. A modo de ejemplo, en industrias que agregan poco valor, digamos un 10% del precio final, un arancel de 20% al producto terminado y un arancel nulo a sus insumos, arroja una tasa de protección efectiva de 200%. Esto da lugar a la existencia de un amplio abanico de tasas de protección efectiva, dispersión que en definitiva es la que lleva a distorsionar la asignación de recursos productivos en la economía.
Las exportaciones de nuestro país a sus grandes vecinos y socios en el proyecto Mercosur reflejan la realidad de un acuerdo comercial que apenas ha evolucionado. La trayectoria de nuestras exportaciones a Argentina y Brasil está estrechamente ligada a la del ingreso en dólares en nuestros vecinos y no denota una creciente integración. Obsérvese que entre 1998 y 2009, las dos crestas de las últimas olas que hemos enfrentado, las exportaciones a Argentina y Brasil no variaron (crecen 18% a Brasil y caen 33% a Argentina) mientras que las destinadas al resto del mundo se triplicaron (crecen 198%).
En este contexto, el único camino que tiene nuestro país consiste en plantear al bloque la posibilidad de profundizar la apertura a todo el mundo, retomar el camino original de escribir la agenda del Mercosur liderándolo conceptualmente y que se trate de una agenda aperturista, integradora al mundo, como bien explica Piñera que no se ha hecho.
Como país de menor escala, para Uruguay es clave no quedar de rehén de sus grandes vecinos sobre todo cuando no tenemos una cordillera que nos separe. El ejemplo de Chile, que se limita a balconear el Mercosur, con aranceles mínimos y tendiendo puentes con el resto del mundo, mediante tratados de libre comercio, es digno de ser imitado. Y esto no lo inventó Piñera, es una política de Estado que lleva ya varios gobiernos de vigencia.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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