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Espina es ahora más amigo de Piñera que de Allamand. Con el generalísimo designado oficialmente esta semana, Rodrigo Hinzpeter, ha sido socio de bufete y mantiene una relación larga de vínculos afectivos y de casi absoluta sintonía política. Evelyn Matthei, que se declara disponible por los diarios, parece haber resignificado la historia, y anuncia el compromiso de abrazar la causa presidencial con pasión de conversa si la UDI la propone para llenar el forado que dejó el abandono de Pablo Longueira. Todos dicen que han madurado, que ya no son una elite de jóvenes brillantes y exitosos; rápidos para la ira y lentos para el perdón, sino políticos con oficio y aparentemente por fin triunfantes en su consigna primitiva: renovar a la derecha, democratizarla y luchar por la libertad económica amarrada indefectiblemente a los derechos humanos y la libertad política. Objetivos liberales y democráticos básicos ya conseguidos con creces bajo el liderazgo de la Concertación, desde la "política de los acuerdos", de Andrés Allamand, al "desalojo", del mismo autor. Allamand en el comando de Piñera es el autor del relato; de la doctrina favorable para la coyuntura de medio plazo. Dicen que Piñera confía más en él, pero que falta mucho para que confíe del todo. A Allamand le pesa también su mala reputación para emprender campañas victoriosas; pelear en las distancias cortas y conducir el trabajo electoral. Allamand está creciendo en el rol de predicador y director espiritual del primer anillo de confianza y poder de Piñera. Sin embargo debe hablar todos los días por teléfono con Espina y Hinzpeter para saber de Piñera. El líder de la derecha democrática de los ochenta y combativo opositor a la UP de los setenta no está en el petit comité de Piñera, instancia en la que sólo juegan Espina y Hinzpeter. El senador es el asesor político-legislativo, estratega de la política de alianzas y el Lancelot que sale a defender a Piñera cuando arrecia el temporal.Paladín ante imponderables de la política o cuandose equivoca al intentar una polémica con la Concertación y el Gobierno, como lo hizo en un velorio de La Pintana y en una radio de regiones. En ambos casos, pecó de palabras mezquinas, desafortunada sintaxis política y escasa intuición de polemista. Sobre todo al intentar campañear con la atención médica recibida por Ema Velasco, una especie de milagro por el que oraron millones de chilenas y chilenos, católicos y evangélicos, esotéricos, minorías discriminadas y una mayoría innegable de personas de buena voluntad. En la misión de humanizar al impulsivo Piñera, traspasarle su pasado éxito de campaña en las calles y sintonizarlo en lo posible con los tres quintiles más bajos de la estratificación social por ingresos, gana protagonismo e influencia el UDI atípico Joaquín Lavín, en el comando de la Alianza. Allí se mantiene y funciona el eje que conforman Espina y Andrés Chadwick, desde la restauración de la democracia, compartiendo el desprecio explícito del pinochetismo más duro y amenazas lanzadas con crudeza desde el reservorio informal en que habían caído algunos agentes de seguridad. Esta alianza histórica entre el liberal de siempre Espina y el ex Mapu Chadwick, uno de los discípulos dilectos de Jaime Guzmán y la cara más amable de la UDI antes de que Lavín irrumpiera como líder carismático, hace que el gremialismo también esté presente en la conducción política, estratégica y legislativa del comando. Pero Chadwick y Lavín no bastan para llenar el espacio dejado por Longueira, único representante genuino, cobrado en garantía por la UDI profunda, popular y juvenil, en demanda de mejores condiciones para sus parlamentarios. Especialmente cuando varios parecen amenazados por el posible pacto entre la izquierda extraparlamentaria y la Concertación, que por primera vez es un supuesto, un dato firme, de las cuentas electorales que sacan en el comando presidencial de la derecha y, con más alarmismo e histeria, en la UDI. Pero que nadie se llame a engaño. Gremialistas de primera línea y afines a Piñera reconocen que el partido de calle Suecia volvió a jugar de memoria después del atrincheramiento de Longueira. Dicen que hay rostros buenos y malos negociando y una tensión dramática calculada, tanto en la negativa del senador Hernán Larraín a integrar el comando de Piñera, como en el anuncio de una propuesta formal de cambios de fondo en el núcleo duro y en la orgánica de la campaña presidencial. La UDI histórica y profunda está nuevamente acuartelada pero con buena disposición. Confían en sus raptos de candidez, en que las disputas electorales de la derecha por la plantilla parlamentaria tendrán solución en el diálogo entre los partidos. Y, aunque los gremialistas han pedido sin disimulo la intervención de Piñera para proteger a figuras, como el presidente de la Cámara de Diputados Rodrigo Álvarez, o a parlamentarios amagados por el probable pacto Juntos Podemos-Concertación, la UDI hasta ahora se niega a entregar al candidato presidencial un poder de arbitraje inapelable, planteado por Piñera como condición previa, requisito y poderes mínimos aceptables para zanjar quirúrgicamente los conflictos, sin traumas prolongados. ¿La UDI movilizada o remecida por Longueira podría ver en Evelyn Matthei a una representante confiable? ¿A una de los suyos? Por historia, no. Por vehemencia y lealtad, sí. ¿Está realmente convencido Piñera de que la "Patrulla Juvenil 2.0", con Matthei incluida, pese a su historia tormentosa, será la recuperación de un equipo con entusiasmo y capacidades probadas? ¿Cuánto pesarán los temores, los traumas y la desconfianza que parecían instaladas para siempre entre ambos antagonistas del Piñeragate ? Este culebrón político-generacional tiene suspenso, conflicto y hasta la ilusión de un final feliz en el círculo cercano al candidato de derecha. Piñera acogió a Evelyn Matthei con los brazos abiertos, adelantándose por la prensa a la propuesta de la UDI para reemplazar a Longueira. La senadora Matthei, a su vez, se precipitó a aceptar incondicionalmente, antes de ser invitada por la directiva de su partido, abriendo un escenario difícil como para que los gremialistas de cepa le digan que no. ¿Será que la "Patrulla Juvenil" recargada ya está operando? Difícil. Pero no deja de ser insólita y de provocar natural expectación la sola posibilidad de este reencuentro entre los jóvenes que se atrevieron hace 20 años a ser los menos pinochetistas de la derecha. Este desapego del régimen militar tenía épica y hasta ética. Se conectaba directamente con grandes hombres de la antigua derecha democrática, como Francisco Bulnes y Pedro Ibáñez. Eran los recurrentes ochenta. Allamand seducía en las universidades con su discurso liberal para el Chile de la dictadura. Al menos, no tenía contrapeso político-intelectual visible entre los estudiantes de derecha no seducidos por el gremialisto ni por el pinochetismo extremo, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Espina iba un curso más abajo que Allamand, quien vio potencial en este discípulo y lo proyectó consistentemente en lo que entonces se llamaba Unión Nacional, uno de los embriones de la actual Renovación Nacional. Al poco tiempo, Espina y Allamand hablaban casi igual, con los mismos énfasis y similar entonación persuasiva. Esto se mantuvo hasta no hace muchos años, al punto que los periodistas radiales tenían problemas para distinguir entre las cuñas de Allamand y Espina, cuando ambos empezaron a perfilarse mediáticamente. Desde Unión Nacional, Espina y Allamand organizaban la participación de sus simpatizantes en las primeras elecciones democráticas de las federaciones estudiantiles, controladas hasta entonces "a dedo" por el gremialismo. Una vez persuadido el gremialismo de que no tenía otra salida que competir democráticamente en las universidades, Unión Nacional integró listas unitarias con la UDI u optó por el camino propio, dependiendo de las condiciones de cada plantel. En este contexto, surge por primera vez el vínculo entre los liberales y Rodrigo Hinzpeter. En la revista "Renovación", un órgano de reflexión política y comunicación interna que se distribuía entre los militantes de Unión Nacional, sale publicada en noviembre de 1986 la foto de Rodrigo Hinzpeter, con cabellera espesa y partida al medio. Era alumno de Derecho de la Universidad Católica. En una breve información junto a la pequeña fotografía se lee: "En la Universidad Católica de Santiago, Unión Nacional integró una lista unitaria de derecha que obtuvo la primera mayoría. A la directiva de la FEUC postuló el simpatizante de UN Arturo Bulnes (Derecho). En la lista de vocales, lo hicieron los militantes de UN Rodrigo Hinzpeter (Derecho), que fue elegido, y Mario Artaza (Periodismo)". El hoy senador Alberto Espina lo había instado a participar. Después, Espina invitó a Hinzpeter a ser su socio en el estudio de abogados que constituyó cuando se independizó de su tío, el ex senador Miguel Otero. Al convertirse en diputado, Espina dejó los asuntos de su bufete en manos de Hinzpeter y sus otros socios. Algunos militantes recuerdan que Hinzpeter alguna vez fue invitado por Piñera a Caburga. Pero, hasta que en 2001 Espina convence a Piñera de que Hinzpeter es el colaborador adecuado para acompañarlo como secretario general de RN, y administrar y superar la crisis provocada por la renuncia a la presidencia del partido del diputado Alberto Cardemil. Hasta entonces, Hinzpeter había vivido su militancia "en sueño" y había logrado éxito profesional e independencia económica, atributos muy valorados por Piñera. Desde esta semana, Hinzpeter es generalísimo. Fue la señal clara de Piñera en respuesta a la salida de Longueira y el descarte definitivo de un generalísimo UDI. Pero, hace tiempo Hinzpeter era el representante y ministro de fe de Piñera. Todos saben que cuando Hinzpeter escucha o habla, es un Piñera ubicuo quien lo hace. Si Hirohito tenía en su corte un Señor del Sello, y Selassie, un Ministro de la Pluma, Piñera tiene a Hinzpeter, un hombre que dicen es leal, amable, trabajador, de rápido análisis y sabio en cultivar el trato y la inteligencia emocional con todos sus socios políticos. Sería el más joven, pero igual puede reivindicar la historia para protagonizar la eventual reedición de la "Patrulla Juvenil". En esta vuelta, con un Piñera, un Allamand, un Espina y una Matthei dando insistentes garantías de que no es el mismo viento el que mece los árboles de este bosque y tampoco los cuatro son los que eran. Podrán estar de vuelta, sí. Pero esto es otra cosa. //LND |
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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