A horas de que el país tenga un nuevo gobierno, poniendo término al ciclo de 20 años por cuatro administraciones sucesivas de la Concertación, el balance de éstas muestra que, sin perjuicio de logros importantes, subsisten numerosas aspiraciones, dilaciones, decepciones e inquietudes colectivas que no han sido desplazadas, sino intensificadas por la terrible catástrofe sísmica de hace pocos días, cuyos reales efectos recién comenzamos a evaluar.
El reemplazo de la Concertación por el gobierno de Sebastián Piñera y la Coalición por el Cambio ha estado determinado por el deseo y la promesa como su mismo nombre lo indica de reformas profundas para resolver fundamentales problemas pendientes y sin solución, como la seguridad pública, la calidad de la educación y de la atención de salud, y de diversos nudos que tienen frenado el desarrollo de Chile. Pero, como estas páginas lo han advertido, la reciente catástrofe mostró un terrible déficit de organización y gestión en gobierno interior, coordinación, sistemas de emergencia, comunicaciones y múltiples otros aspectos. Ella puso en evidencia que, por desgracia, nuestro Estado no está a la altura del desarrollo alcanzado en ciertos aspectos económicos.
Por eso, la promesa del Presidente que hoy asume en cuanto a impulsar al país hacia el nivel de desarrollo de Europa occidental en 2015 no podrá cumplirse con el actual aparato estatal: el terremoto aventó toda duda acerca de la apremiante necesidad de su reforma.
Más aún, abrió también otra dimensión sin precedentes: en los desastres de 1939, 1960 y otros de parecida gravedad, las pérdidas de vidas humanas fueron muy superiores a las del caso actual; en éste han sido comparativamente menores, aunque los daños materiales destrucción de decenas de miles de patrimonios familiares enteros son inmensos. Pero mientras en catástrofes anteriores la actitud de las víctimas era de aceptación de cualquier ayuda que se les brindara, en el caso presente se manifiesta otra conciencia sobre nuestro nivel de vida. De allí que esta semana se hayan registrado algunos cuestionamientos y rechazos de mediaguas como las que ha querido entregar el programa "Un techo para Chile". Se ha expresado temor a que aceptarlas vede luego una solución definitiva. Hay aquí una alerta para el gobierno que se inicia. En el caso citado, él tendrá que guiarse por una mirada integral, que abarque desde la eventual reubicación de ciertos núcleos urbanos hasta el proporcionamiento de viviendas sólidas, definitivas, que permitan ulteriores mejoras. Pero lo decidor es que ya no se admite cualquier ayuda, sino que se exige calidad de la misma.
Esa exigencia enfrentará el gobierno de Piñera en todos los campos. Por ejemplo, no bastará con dar educación, como ocurrió en los años 60, cuando se multiplicó la matrícula de enseñanza media; ni multiplicar la universitaria, como ha sucedido por ya casi tres décadas con la gestión privada; ni aumentar las salas cuna y la educación preescolar, como lo hizo el gobierno que concluye: ahora se exige calidad de la educación en todos los niveles. El terremoto puso en evidencia que el país exige ahora más.
Deja hoy el mando Michelle Bachelet, rodeada de una enorme popularidad personal, debida a un carisma de cercanía y calidez y al aura propio de haber sido la primera mujer que llegó a la Presidencia. Ejerció ésta con indiscutible dignidad, dejando logros concretos que se recordarán, como la reforma previsional, una nueva Ley General de Educación, la atención prioritaria a la primera infancia en los sectores más vulnerables y a la protección social en general.
No obstante, el cuadro general del país fue cambiado por el terremoto, que hace ineludible hoy resolver muchos y muy grandes problemas postergados por decenios. Ya no pueden serlo más, y su solución requerirá inquebrantable decisión y coraje de los gobernantes para enfrentar situaciones en que algunos sectores no todos pueden rechazar el cambio, porque éste hiera sus intereses. Eso vale tanto para algunos grupos sindicales como empresariales. El gran desafío para el nuevo gobierno será, pues, no ceder a presiones de ningún origen ni dejarse guiar por las encuestas de popularidad.
Hay buen margen para el optimismo. El nuevo Presidente ha desplegado gran capacidad de entusiasmar por la alta tarea pública a colaboradores de superior calificación, rodeándose de un equipo de probada competencia técnica, que no se había observado con anterioridad. Él mismo deberá ratificar en la jefatura del Gobierno las condiciones excepcionales que ha demostrado en el ámbito privado. Sólo se echa de menos que haya faltado el tiempo para consumar el proceso ya avanzado de desprendimiento de haberes que puedan prestarse para conflictos de interés o para la apariencia de ellos, como es el caso de la anunciada constitución de una fundación respecto del canal Chilevisión y la venta del último paquete de acciones de LAN, todo lo cual, por sus repercusiones, debería concretarse en un plazo brevísimo.
Saludos,
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