El menor dinamismo que comienza a mostrar la economía chilena hace sospechar que las transformaciones hasta ahora logradas, no han sido lo suficientemente potentes como para garantizar una expansión del PIB duradera en torno al 6%. Las proyecciones del Banco Central para el crecimiento del PIB en 2012 causan cierta decepción. Claramente, el rango de 4,25% a 5,25%, no habla de un freno significativo de la actividad y se sitúa por encima del avance promedio del lapso 2000-2009 (3,7%). Lo preocupante son las razones que entrega la autoridad monetaria para explicar esa desaceleración, pues se trata de las mismas que el país escuchó ininterrumpidamente a partir de 1998: los embates externos.
Sería absurdo creerse inmune a una recesión internacional. Pero sucede que ese no es el caso para el próximo año. La proyección de crecimiento mundial llega a 4,0%, levemente superior al 3,9% previsto para 2011. Ese ritmo, en cualquier caso, es satisfactorio y supera largamente el incremento promedio de 3,1% de la década 1990-1999, el cual no impidió que Chile tuviera años de fuerte dinamismo. Tampoco nuestros socios comerciales se desacelerarán durante el ejercicio que viene. Al contrario, tendrán un avance de 4,3%, mientras que el precio del cobre seguirá boyante (US$3,7 la libra).
Todo esto obliga a sospechar que el menor dinamismo aún está en el ADN de la economía chilena y que las transformaciones hasta ahora logradas, no han sido lo suficientemente potentes como para garantizar una expansión del PIB duradera en torno al 6%. El incumplimiento de esta cifra pone en duda, a su vez, la factibilidad de derrotar la pobreza durante esta década. Sería injusto no reconocer el sobrecumplimiento de la meta de generación de empleos; lo mismo en relación al control del despilfarro y la mejora en los indicadores de productividad. Pero hay algo en que la autoridad está "al debe": abaratar el crédito. FINANCIAMIENTO
Este tema no es fácil, pues los intereses económicos son cuantiosos y la legislación ampara la aplicación de una tasa que hoy se ubica levemente por encima del 50% anual. La llegada del ministro Pablo Longueira aceleró la idea de una rebaja en los segmentos de crédito de menos de 200 UF. Esto desató una verdadera campaña del terror, advirtiendo que unas 350.000 personas quedarían sin acceso a financiamiento. Sin embargo, hasta ahora nadie ha presentado un estudio que demuestre tal catástrofe y es por ello que, finalmente, el viernes, el Gobierno dio a conocer los principales aspectos del proyecto que enviará al Congreso, con el objeto de reducir la Tasa Máxima Convencional (TMC). Este contempla un nuevo factor de cálculo, lo que permitirá inicialmente bajar la TMC hasta 45%, según estima el titular de Economía, lo que implica unos cinco puntos porcentuales respecto a la tasa actual.
Si bien esa disminución no cumple ni de cerca con las expectativas generadas por la propia autoridad económica, hay que decir que la fórmula para llegar a la TMC prolongará las disminuciones, pudiendo descender hasta 35% en los próximos seis meses. De ser aprobado, este proyecto pondrá fin a un esquema perverso que por 30 años autorizó por ley una tasa de interés desproporcionada que no hizo otra cosa que empobrecer aún más a la población de menores recursos y, en la práctica, desbancarizar a un número indeterminado de personas y empresas de menor tamaño. Cuesta entender el argumento de "cobrar una prima" a los grupos más riesgosos, pues tampoco se ha premiado a los buenos pagadores. Es de toda lógica que las Pymes y personas de segmentos más bajos podrán cumplir de mejor forma con sus créditos, si destinan una parte menor de sus ingresos, en lugar de una mayor. Por ello, no es descartable que, en lugar de quedar fuera del sistema financiero, la rebaja de las tasas termine por incluir a grupos a quienes el sistema había apartado. Si ello sucede, la pata coja de la economía, la falta de crédito accesible, comenzaría a resolverse. Habrá que ver si el 35% estimado por Longueira, es suficiente para reactivar el dinamismo. |
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